Taca-taca-taca-taca-taca-taca- Tá.
Nada de música, cero guitarra, todo esto
con mis tacones de lunares.
Cuando tenía cuatro –años-, mi padre me
compró un traje de gitana. Era blanco, ese vestido de algodón armao con lunares
rojos y mantoncillo de flecos. Con sus volantes remataditos con bies colorao,
haciendo la farandola en las mangas y en la falda. Llegó tieso de almidón en su
perchita blanca, tan flamante que para mí lo hubiera querido el día de la
primera Comunión, que a la sazón me tocó de monja con sandalias y toca también
de monja. Cruel la estilista monja de mi colegio, pero entonces yo ya tenía
siete –años-.
Los zapatos al contrario, rojos de lunares
blancos y de pulsera, con un botoncito de nácar, frío al tacto y cosido con una
gomita. ¡Si es que los estoy viendo!
Todo esto aderezado con una sarta de collares
de cuentas blancas y rojas y los zarcillos en un plástico divino. Las pulseras,
las recuerdo con una nitidez espantante, tenían un reborde exterior, un filo
que quedaba en el plástico al desmoldarlas. Cortaban como el viento del Polo, a
mi no claro está, pero si a cualquiera que intentara sujetarme los antebrazos.
En fin, el resultado al moverme era una versión mini-ninja de niña flamenca.
Y el remate, un moñete de castaña y en to-lo-alto,
mi peineta con un clavel de tela rosa. Si, de color rosa porque iba a ser ya
mucho rojo.
Hasta la hora del baño yo de gitana, y eso
que soy del norte. Taconeaba del comedor a la cocina desde que salía del
colegio hasta que me mandaban a la cama. Mis padres tenían un negocio que les
daba mucho trabajo y les robaba demasiado tiempo.
Trabajaba en el negocio familiar una señora
de Montilla (Córdoba) que tenía mucho arte y que aseguraba que yo tenía
“duende”. Al escucharla, giraba sobre mis talones haciendo flotar los flecos
del mantoncillo y agitando las pulseras, buscándolo con sumo interés, pero
nunca vi duende, ni hada, ni nada.
Es probable que mi padre conserve alguna
fotografía, se compró una Kodak compacta y hacía como Harvey Keitel en Smoke,
aunque yo hubiera preferido una Verlisa con la funda en bandolera de cuero
rígido en marrón güisqui.
El vestido pasó a manos de mi prima Rebeca,
pero mi madre guardó los zapatitos hasta hace bien poco para que todos los
niños, insisto, niños de la familia tuvieran su minuto de gloria taconera al
menos una vez en la vida.
Y yo como Griselda y Anastasia, las
hermanas patonas de Cenicienta, intentando calzarme los tacones cada Navidad.
Y lo bonito que me quedaba todo esto encima
del pijama rosa de felpa.
Este cuento lo
inspiraron Helen F. y María A., a ellas va dedicado.
Feliz semana.
Pi
Ole que arte y glamour! ^^
ResponderEliminarDebo tener una sonrisa de boba en la cara que si llegas a estar fotografiándome para tu Registro de pequeñas emociones me llevo la palma, aunque no como creadora de arte sino como consumidora del mismo, porque va a ser que la de Montilla tenía razón y tienes duende hasta contando...
ResponderEliminarMe ha encantado, Pi, y me ha alegrado esta mañana de lunes insípida: ¡gracias!
Me faltó el momento make-up, rabillos en los ojos, morretes rojos y lunar!
EliminarPues sí, estoy muy de acuerdo con Piola y la señora de Montilla, un duende muy especial te acompaña Pi, está bien claro!!
ResponderEliminarMe has hecho reir a estas horas, y estos gráficos tan lindos que creas son una pasada......Qué bonito tienes guardado este recuerdo del traje de flamenca, esas pulseras con filo cortante.....hasta el de tu primera comunión, jajajajaja....
Me ha parecido un cuento precioso y desde luego, muy bien adornado gráficamente, te lo has currado ehh....
Un besote grande y feliz lunes!!
De una taconeadora a otra.
ResponderEliminarHe revivido aquellos tacones míos, para los que pronto, y por sentido de practicidad, inventé una síntesis: Pijama, tacones y cortina de encaje a modo de velo, conjunto con el cual recorría una y mil veces el pasillo tan largo de casa. Era una especie de gitana-novia extraña pero yo me sentía la reina del mundo.
Qué tienen esos zapatos que solo recordarlos se te alegra el corazoncito?
Gracias por el rescate y por la sonrisa. De lunes a lunares, Niña de los Peines!
Qué bonito me lo cuentas!tu momento novia flamenca no tiene precio, ese velo rematado en la cabeza con los ganchillos de la cortina y coronadita de tul.
EliminarBeso
¡¡Si señora, duende del bueno!! El arte se tiene o no se tiene. Y aqui estoy sonriendo porque eso mismo lo he hecho yo cada primavera de mi vida y ahora son mis "herederas" las que destrozan tacones cada mes de abril. ¡¡Ole mi Pi!!
ResponderEliminarMuchos besitos
He llegado hasta aquí...y después de leer tu relato (hipnotizada que me he quedado) se me ha dibujado una gran sonrisa en la cara que creo seguirá conmigo el resto del día. Gracias por este buen rato y esta gran sonrisa (te la debo) una forma estupenda de comenzar la semana. Un beso muy gordo Pi.
ResponderEliminarY yo feliz de provocar tanta sonrisa, ¿que tendrá este lunes que estamos así?besos para ti
EliminarJajajaja,... dí que sí! Me ha encantado el relato.... y las ilustraciones!!!
ResponderEliminarUn besazo, Pi
Buenísimo Pilar! Anda que no habremos taconeado!! Pero no con esos de flamenca! Con los de nuestras madres! Y ahora no soportamos los tacones,jajaja!
ResponderEliminarMuchos besos de las dos
¡OH, Pi, por razones obvias nos hemos emocionado con tu relato! Y ese duende que has tenido al contarnos tu experiencia de flamenca ninja (¡¡buenísimo!!), era el mismo que te veía esa señora de Montilla, ¡que hay que tener mucho arte, para colocarse la flor de color rosa!
ResponderEliminarUn beso enorme de las dos
J&Y
Eres maravillosa,que lo sepas.. Me has dejado emocionada y sonriente .. Así que solo me queda decirte una cosa.. Ole tu!!! "gitana del wasap"... Un besazo y miles de gracias por tu dedicatória :))
ResponderEliminarQué maravilla!!!!!!!! Por razones obvias el cuento me ha encantado… Ole esos lunares y esos zapatitos rojos taconeando!!!! Mientras te leía me he visto a mi misma vistiendo mi vestidito de flamenca rojo con lunares blanco y ha vuelto a mi memoria el sonido que hacían mis zapatitos al taconear (tacatacatacataaaaa), para desespero de mi pobre madre. Ole tu!
ResponderEliminar¡Un cuento que me gusta porque es muy español! Yo no he conocido los trajes de lunares ni tacones así que me gusta mucho porque es muy diferente!
ResponderEliminarUn beso,
Anne.
Me llenaste el alma hoy querida Pi, te imagino vestida de gitana, con esos vestidos que sueño algún día ver en vivo y en directo y de repente me entra unas ganas de viajar y gritar olé olé por alguna calle española
ResponderEliminarLa descripción no ha podido ser más fidedigna, pero aunque no nos conocemos ni mucho menos nos íbamos a conocer por aquel entonces, me ha resultado al leerte que me estabas describiendo a mí con mi traje de lunares, mis tacones, mi collar y mis pendientes....ahh ....yo no tengo ni tenía entonces duende pero sí unas castañuelas para aporrearme los nudillos.
ResponderEliminarYo sí que tengo algunas fotos, y como no tenía flamenco para acompañarme, estoy acompañada con un amigo vestido de tuno....(de los que dan serenatas ) estamos para hacer una ampliación.
Felicidades y gracias por el buen rato que he pasado leyéndote.