Una canción a capella que habla de valles
verdes, de aguas tranquilas, de estrellas que brillan en un universo sin
contaminar, de almas grandes y de corazones elásticos. Una melodía que suena redonda
y envolvente, que nubla hasta los dolores que pueblan los territorios
esquilmados. Todo está ahí pero no se ve porque está desenfocado, la atención
se ha centrado en el punto equivocado. Estar si que está, pero imperceptible al
ojo que ha sido atacado y se muestra impasible a quien ha sufrido el helor del
desapego y a la ignorancia de las palabras.
Casi todo se va a pique cuando se rompen los afectos,
en el supuesto caso de que el querer
hubiera sido aquello. De ser así, jugar con los cariños ajenos es feo, muy feo.
Alimentar la esperanza, prolongar la existencia una exigua llama donde no queda
sino la ceniza volátil, allí donde no queda más que compasión alentada de
sueños, no está bien.
Detenerse en un punto concreto e intentar
conseguir la imagen perfecta, desenfocar el resto y dar profundidad de campo
que borra todas las necedades que sobran, lo aleatorio, las opiniones mal dadas.
Los consejos gratuitos que vienen dados en emociones ajenas, el resquemor que
proyecta la frustración en la vida de los otros y abandonar definitivamente el pasado ruinoso.
Los valles verdes y las estrellas brillantes
podrían ser una realidad si atinara la serendipia. Un día que inconsciente sin saber porqué, amanece debajo del edredón una sonrisa que no se borra ni al consultar el extracto rojo de la cuenta,
justo ese día que uno decide ignorar la línea de conexión del whatsapp.
Podría por fin el destino brindar una buena jugada, poner de manera inesperada un alma desconocida y algo incauta con un propósito, liberar de la mochila del desgaste que uno mismo no fue capaz. Podría de paso otorgar esperanza para proteger con escudos de toda una vida y si contar en modo subjuntivo cuanto haya sido.
Podría acariciar un día con una única imagen a
retener, una mañana de domingo y bailar descalzos en la cocina. Anhelar estrenar una historia cuando estaba ya cubierta la mitad de la senda .
Entonces ese día sí, sin haberlo buscado, con un tibio pañito se limpian los vidrios de las pesadillas más angostas y sólo entonces se desempañan todas las lágrimas .
Descubrir que en la proximidad cálida de la compañía física hay alivio, más si cabe,al encontrarlo tras una eternidad perdida. Aliviar el miedo cuando hay fe en la existencia de un alma gemela, aceptar que se puede caminar junto a quien es capaz de sortear un obstáculo y mil trampas.
¿Y si sí?
PD: Este post es para B que lo ha inspirado. No sólo eso, le puso nombre antes de haber sido escrito y lo firmó con una caja de bombones de chocolate negro.
Eso y el calor que desprenden los corazones amigos derretirá el iceberg que ciñe las almas sensibles.
¡Qué bien escribes querida Pilar!
ResponderEliminarTus relatos llegan al alma.
Te deseo que pases estas Fiestas en la mejor compañía y arropada por todos los que te quieren: ausentes y presentes.
Feliz Navidad y Feliz 2017.
Besos